Évora, martes 22 de mayo de 2007.
Sólo existe un viaje posible: el viaje que es la vida. Lo demás son paseos, más o menos largos o duraderos, dentro del tiempo y del mundo. Aventuras (decimos) por otros países o ciudades; riesgos que correr (creemos) con nueva gente. Como si no hubiera nada de esto en la vida cotidiana.
Pero el autoengaño a veces surte efecto y, un buen día, uno se cree viajero, de repente, como salido de un sueño o de una novela, envuelto en una ficción que atraviesa, poro a poro, cada miembro revitalizándolo con una mal entendida dosis de ilusión tras tantos años de bostezos ahogados sobre un aburrido sofá. Nos levantamos, entonces, dejando impresa en los cojines la postura abandonada, como quien dejara atrás su propia sombra. Una tensión se apodera de nuestros músculos, los pulmones se expanden a fondo recogiendo partículas flotantes de voluntad, fuerza y libertad recién adquiridas, y hasta los ojos empiezan a distinguir brillos y tonos nuevos, reveladores de que algo diferente está a punto de suceder. Tras algunos preparativos menos necesarios que mecánicos, el viajero (el que se cree viajero) comienza su andadura.
Hay en este sentido dos tipos de viajeros: los que huyen y los que buscan. Los que huyen (cada uno de sus particulares fantasmas) son todos; los que buscan ya son menos y, de éstos, menos aún los que encuentran. Qué afortunados.
Hace unos años (ahora parecen siglos), mi primer viaje: Granada, como auténtica experiencia de iniciación a un mundo (entendía yo) sin leyes, sin compromisos, atrayente hasta la embriaguez por las posibilidades que ofrecía (y aquellos sabores que deleitaban vista, olfato y oído...). Lo prohibido, rozando, confundiéndose constantemente con lo deseado, era el motivo recurrente. En realidad, supe después, aquel viaje había comenzado mucho antes de Granada, y no acabó hasta mucho después.
Lo prohibido. Aún a veces creo que volvería a buscarlo. Algunas obsesiones, como los fantasmas, como nuestra misma sombra, nunca terminan de despegársenos de los talones, mal que usemos contra ellas todos los filos del mundo.
Mi último viaje: Évora, aún inconcluso, algo tiene de todo aquello (un cierto espíritu se le asemeja, mi esencia tal vez). También de búsqueda, por supuesto. Pero al fin y al cabo, el mundo es esférico, y una sale en busca del Nuevo Mundo, siguiendo al sol del ocaso sea de día o de noche, siguiendo cantos de sirena bajo tormentas o calmas y, dada la vuelta completa, sólo se encuentra a sí misma (que no es poco) en el punto de partida, aunque algo más vieja (más sabia, quizás).
Y, un buen día, de repente, una siente con una intensidad inesperada que ha de regresar al sofá (a otro sofá, claro, han pasado los años), a ese espacio familiar que se constituyó, en algún momento, como símbolo del descanso, del equilibrio, de la identidad. No sé muy bien cómo ni cuándo sucedió pero, tras más de tres años a su lado, sé el nombre y los apellidos de ese lugar de cálida acogida. De alguna manera (mágica, supongo), esa persona se convirtió en casa, jardín, cama y espejo, en el viaje más auténtico y deseado: en mi vida misma, que es el viaje por antonomasia.
miércoles, 18 de julio de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
4 comentarios:
Pessoa y Novalis dijeron, respecto a los viajes, todo lo que creo opino sobre el tema...
Es curioso porque en ese final de tu texto está expuesto creo que con bastante similitud algo entre lo que ando, anduve y voy dejando plasmado últimamente en algo que ya conoces bien...
...y aparte de eso, la huida puede ser la búsqueda en sí misma, ya sabes... y encontrar tan sólo descubrir que jamás debes rozar lo buscado, el viaje es el tránsito no el objetivo.
Lo mejor de un viaje es cuando puedes ponerle un nombre a tu barco velero y cuando te das cuenta de lo poco que te importa el lugar adonde vas...
entonces te tumbas desnudo sobre las tablas de madera caliente y contemplas el sol mientras las olas, como gatitos maullando, rompen en el caso de tu embarcación... y te crece la barba y carcajeas en el silencio...
ay, odiseo...
Dentro da viajem que és la nuestra vida, outras há que preenchem esa e lhe dão sentido, conocimento e alegria. Espero que tengas gustado de la viaje a Évora. Beijinhos
Yo soy de los que casi siempre a viajando huyendo de una realidad que no le gustaba, que no me gustaba. Y poco a poco, he ido descubriendo cosas nuevas, he hecho viajes para huir, vale, pero en ellos he encontrado mucho de lo que hoy soy, y al volver, al volver a la tierra que me vio nacer, soy yo, puedo serlo más que nunca, he podido abandonar gran parte de lo que me hizo daño para configurar lentamente algo mejor, que solo esos viajes por la existencia me han podido dar debido a ese desapego momentáneo en el que solo se recuerda lo verdaderamente importante.
Espero algún día encontrar ese lugar con dos patas que describes en tu último párrafo.
El eterno viaje, la busqueda de la Itaca soñada que como decía Kavafis está dentro de nosotros mismos.
Interesante blog, estaré atento a futuras actualizaciones, aunque parece que está algo atascado. No renuncie a él.
Publicar un comentario